El escenario internacional aparece signado por la necesidad de los grandes intereses económicos de saldar la crisis - iniciada a fines de 2007 y que tuvo su pico en 2009 - a costa de los trabajadores y los países periféricos. El “primer mundo” sigue en crisis y la hegemonía del capital financiero impone políticas neoliberales cuyo resultado conocemos bien los trabajadores de América Latina.

Por otra parte, la reactivación de la estrategia militarista de EEUU (affaire Bin Laden incluido) se explica por razones de política interna – Obama se recuesta sobre el eje del nacionalismo imperial tras la victoria de los republicanos en noviembre pasado – y de reasegurar los intereses estratégicos en juego en tableros en reacomodamiento como el de África del Norte. Pero también porque la industria bélica sigue siendo un fuerte pilar de la economía norteamericana, que aun no se ha recuperado de la crisis. Así, un debilitado Obama se ve forzado a una política errática y de concesiones permanentes a la derecha.

En Europa, de la mano de la idea de afianzar la “Gobernanza económica”, los órganos de la Union Europea -Consejo Europeo y Comisión Europea) pretenden monitorear los presupuestos de los estados parte, recomendando medidas de ajuste que profundicen la desarticulación del Estado de Bienestar. A su vez, en los países menos favorecidos por el proceso de integración, como Grecia, Portugal y España, los gobiernos socialdemócratas se muestran impotentes para ofrecer una alternativa al ajuste que propone el capital para saldar la crisis de la deuda, en la que se privilegió el salvataje a los bancos alemanes y franceses. La presencia permanente del FMI en el seno de la UE, con las mismas recetas que fracasaron en América Latina y en nuestro país, no hacen más que ratificar el tipo de recetas que el capital financiero impone a los trabajadores. Incluso Irlanda, país que era mostrado como un modelo a seguir, fue victima de la especulación contra su moneda cuando se puso en duda su capacidad de pago y obligado a recortar gastos sociales a cambio de la asistencia Europea.

El caso de Grecia, es lamentablemente más conocido para los trabajadores argentinos y merece un párrafo aparte. El gobierno se vio obligado a pagar tasas crecientes de interés de la deuda a bancos alemanes que poseían bonos del tesoro griego. Esto aceleró la fuga de capitales y acrecentó las dudas sobre la capacidad de pago de su deuda soberana. Entonces, el FMI y las autoridades Europeas recomendaron un remedio que resultó pero que la enfermedad: las medidas de ajuste típicas que implicaron una caída en la actividad económica, la demanda y el empleo y un horizonte oscuro para los trabajadores.

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