El resultado en primera vuelta de las elecciones presidenciales en Perú coloca en condiciones favorables para el ballotage al ex militar nacionalista de izquierda Ollanta Humala.

El candidato de la coalición Gana Perú se había presentado en las elecciones de 2006, pero a pesar de haber ganado la primera vuelta en aquella ocasión, perdió con Alan García -Presidente durante el período 2006-2011- en el ballotage. Esta vez, su presentación como parte de una coalición partidaria aumenta sus posibilidades de llegar a la presidencia.

A nivel latinoamericano su triunfo sería auspicioso, si consideramos el análisis que ha realizado el asesor de la presidencia brasileña Marco Aurelio García respecto de las características en las sociedades andinas en un artículo fundamental “Nuevos gobiernos en América del Sur: Del destino a la construcción de un futuro” (Revista Nueva Sociedad, 2008). Es posible que si Humala accede a la presidencia tenga margen para realizar importantes transformaciones en la sociedad peruana, donde sus mayorías reclaman redistribución de la riqueza (Rebelión, 12/04) ante los importantes déficits de inversión en materia social (La Nación, 10/04).

Escenario electoral: el desgaste de Alan García y la estrategia de Humala
Según Martínez Dalmau, durante su presidencia, Alan García “ha cumplido objetivos macroeconómicos -crecimiento del PIB, estabilidad de la moneda-, pero la desigualdad es mayor que nunca- un diez por ciento de los hogares peruanos cuenta con menos educación y salud que en 2008-, el hambre aprieta y la corrupción sigue campando a sus anchas” (Rubén Martínez Dalmau, Rebelión 12/04). Es por esto que “las magnitudes macroeconómicas no reflejan la calidad de la vida de las poblaciones y especialmente el desigual reparto de la renta y de la riqueza” (Monereo Pérez, 5/10). El saldo de la administración de Alan García es un refuerzo del “modelo primario-exportador dominante en la economía peruana”, el cual “escinde social y territorialmente al país, agravando las desigualdades y marginalizando a partes significativas de la población” (Monereo Pérez, 5/10). La baja popularidad con la cual termina su gobierno Alan García podría ser otro indicador de una disposición para el cambio en la sociedad peruana -especialmente en los sectores pobres, que no se han visto beneficiados por este modelo de crecimiento sin redistribución social-, situación que Humala podría capitalizar.
Sin embargo, el candidato presidencial de Gana Perú ha sufrido fuertes ataques de los medios de comunicación y los sectores conservadores. El haber planteado cierto compromiso con las demandas de los pueblos originarios de la región Amazonas -reprimidos durante el gobierno de Alan García- al haber declarado su intención de respetar el derecho de consulta de los pueblos y de gravar a las empresas extractivas ha recibido “la furia del sistema que se lanza ferozmente contra él usando los grandes medios de comunicación en sus manos, acusándolo de ´estatista´” (Hugo Blanco, Sin Permiso, 10/04). Por otra parte, sus recientes declaraciones en apoyo a la propuesta contenida en su plan de gobierno respecto de “una nueva ley de medios audiovisuales que establezca un reparto equitativo y plural de los medios entre distintas formas de propiedad (privada, pública y social)” frente a la situación actual donde “los medios de comunicación están en propiedad de unas pocas manos, lo que ha configurado un cuasi oligopolio mediático que atenta contra el derecho a la libertad de expresión y de una información adecuada para la población” ha acrecentado aún más los ataques de la prensa. El diario “El Comercio”, tradicional medio conservador y el más importante en el país, se refirió a sus declaraciones con el titular “Sobre medios de comunicación, Humala destaca el modelo autoritario argentino” (Manganaro, Rebelión 10/05).
Los resultados de la primera vuelta nos dejan frente a la definición de un ballotage que se disputará entre Ollanta, que encarnará una opción popular distribucionista a través de una coalición que reune distintos partidos, y las fuerzas regresivas del establishment encarnadas por Keiko Fujimori, quien reivindicaba abiertamente el legado de su padre -el ex presidente Alberto Fujimori (1990-2000) en prisión domiciliaria por corrupción y violación de derechos humanos- y en las últimas semanas ha decidido distanciarse astutamente y reconocer ciertos aspectos negativos del gobierno fujimorista. Dentro de la polarización política que producirá el ballotage, Keiko Fujimori se transformará en la candidata del orden y los sectores oligárquicos de la sociedad peruana.
Ollanta ha intentado transmitir moderación desmarcándose de la figura de Hugo Chávez -con la cual apareció ligado en las elecciones de 2006- manifestando su admiración por el estilo gubernamental del ex presidente Lula Da Silva. De esta manera, pretende desbaratar las operaciones de desestabilización de los sectores conservadores, los cuales agitan el fantasma que lo sitúa como encarnación del “chavismo”, en este contexto que podría permitirle un triunfo en segunda vuelta. Tal como sugieren varios analistas, Ollanta deberá moderar su discurso hacia el centro político-ideológico, como lo hizo Lula Da Silva con su “Carta al Pueblo Brasileño” en las elecciones de 2002, frente a los fantasmas de temor al cambio que agitaban los sectores más conservadores y elitistas de la sociedad brasileña ante el posible triunfo del líder petista. En aquella ocasión, Lula debió comprometerse a respetar la estabilidad monetaria y la ortodoxia económica sostenida por el gobierno de su predecesor Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).

Implicancias para la región
El triunfo de Ollanta Humala sería un hecho político importante en América Latina, dado que fortalecería el “giro a la izquierda” que se ha producido en la región en la última década, aumentaría las potencialidades del actual proceso de integración regional, así como fortalecería la lógica desmercantilizadora que sostienen los pueblos que se encuentran bajo la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) ante una eventual incorporación del Perú. Por si fuera poco, este desenlace electoral cobra especial relevancia en el marco del recientemente suscripto proyecto de Alianza para el Pacífico, firmado recientemente por Colombia, Chile, México y Perú (Alan García mediante), el cual intenta fortalecer un polo de relaciones entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos. En este sentido, Marco Aurelio García se refería a que “algunos países van a querer dar (a la Alianza) un carácter político, crear un polo opositor al Mercosur”. La importancia del resultado de la segunda vuelta electoral en Perú es tal que M.A. García ha dicho que “para saber cuál es la vida futura de ese bloque (Alianza Pacífico) deberíamos esperar a las elecciones del 5 de junio en Perú; cualquier decisión tomada ahora tiene dos meses de validez” (Página/12 2/5).
En el caso de un triunfo de la candidata de Fuerza 2011, Keiko Fujimori, “gana el modelo neoliberal pero con ropaje claramente autoritario y de políticas populistas y clientelistas de derecha. En el voto por ella hay un descontento principalmente con la clase política y la democracia, pero también es un descontento económico, pero que no se traduce en exigir un cambio de modelo, sino en pedir una solución clientelar y populista” (Carlos Monge Desco en Página/12, 12/04).
Sin embargo, no es posible estimar predicciones concluyentes. La dificultad para predecir es la consecuencia lógica de un escenario marcado por la volatilidad de sus electores y su inclinación por las figuras personalistas, lo se complementa con una falta de referencias partidarias e ideológicas (Página 12, 12/04). La falta de distribución de la riqueza de la gestión de Alan García, exitosa con respecto a los indicadores de crecimiento económico, es un problema social reconocido por amplias mayorías de la sociedad peruana. Sin embargo, esa demanda de distribución podría ser capitalizada tanto por Ollanta como por Keiko Fujimori. La candidata de Fuerza 2011 ya se ha expresado en este sentido, intentando incoporar la exigencia de una mayor distribución. Cuenta para ello con la experiencia de su padre, el “neo-populista” Alberto Fujimori, quien encarnó la alternativa popular en la campaña de 1990 frente a Vargas Llosa para luego girar hacia un programa de reformas neoliberal, acorde a los vientos de época de entonces. En este contexto de definición, Ollanta tiene el desafío de clarificar la disyuntiva clave que se expresa en estas elecciones. En sus propias palabras, la posibilidad que se presenta a los electores de optar por "el camino de un gobierno de concertación nacional democrático y honesto, frente al otro (de Fujimori) que significa la continuidad de un poder corrupto que sirva para élites egoístas amparadas en la práctica de la corrupción".

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