El Banco Central europeo salió a comprar bonos de España y de Italia en un intento por frenar la previsible caída bursátil, pero no alcanzó. Obama replicó a Standard & Poor’s, que amenaza con una nueva baja en la calificación.

En la primera jornada posterior a la rebaja de la calidad de la deuda de los Estados Unidos, y ante el temor a una nueva, devastadora recesión, la piel de Wall Street volvió a irritarse y ayer hasta los mejores papeles volvieron a desplomarse. Casi como una consecuencia natural, el contagio llegó al resto de Occidente y las bolsas europeas cerraron en caída libre. La calificadora Standard and Poor’s (S&P) –que ya probó su poderío quebrando la economía de los países pobres en las dos últimas décadas y, más recientemente, castigando a Grecia, España, Irlanda e Italia– obligó a que el líder de la primera potencia mundial, el presidente estadounidense Barack Obama, saliera al ruedo para tratar de sofrenar la embestida bursátil (ver aparte).

Pese a que las bolsas europeas arrancaron en alza, alentadas porque el Banco Central Europeo estaba comprando deuda pública de España e Italia y por los anuncios lanzados por los ministros de Economía del G-7 y el G-20 para infundir confianza a “los mercados”, la apertura negativa de Wall Street hizo cambiar el rumbo en todas las viejas capitales europeas.

Con sus elevadas pérdidas, las bolsas asiáticas –que abren entre siete y 12 horas antes que las europeas y la estadounidense– ya presagiaban una jornada negativa para el resto del mundo. La Bolsa de Tokio cayó un 2,17%, la de Seúl un 3,82%, la de Hong Kong un 2,17% y la de Shanghai un 3,79%. América Latina no fue una excepción (ver p. 4).

Wall Street había iniciado la jornada al ritmo del pánico, con una fuerte tendencia a la baja, pero hacia la media sesión pareció conseguir cierta moderación, para volver a reanudar la caída tras la aparición pública de Obama. El generalizado pesimismo sobre la economía estadounidense, y sobre todo la ola de rumores que se esparció desde el viernes a la noche, cuando S&P dijo que Estados Unidos dejaba de ser un país Triple A, llevó al presidente a valerse de los medios, a los que “invitó” a la Casa Blanca. En un intento de ponerle una cataplasma a la realidad, Obama aseguró que “los mercados siguen percibiendo que el crédito de Estados Unidos es de primera categoría”, y que “los problemas financieros actuales tienen solución”.

Standard and Poor’s había anunciado el viernes una decisión sin precedentes, una medida que la Casa Blanca estaba habituada a tomar, sin pestañar, como un simple dato de la realidad cuando se trataba de terceros países, pero que nunca imaginó para sí. Rebajó la nota estadounidense de AAA a AA+ y consiguió sacar a flote todo el resentimiento del secretario del Tesoro, Timothy Geithner, que el domingo estalló para decir que la calificadora “ha demostrado tener un criterio verdaderamente terrible y se ha comportado de forma muy pobre”.

Ayer, S&P redobló la apuesta y afirmó que hay un 33% de posibilidades de que entre seis meses y dos años haga una nueva rebaja a la nota de la deuda estadounidense. “Si hubiera un mayor consenso entre los partidos sobre la política fiscal o sobre un paquete de estabilización fiscal, esto haría que el país recuperase la Triple A, pero no vemos ese escenario en el horizonte inmediato”, dijo John Chambers, director general de la calificadora.

De tal forma, la nota rebajada pasó a quedar automáticamente acompañada de la perspectiva “negativa”. Es más, Estados Unidos podría tardar casi una década en recuperar la matrícula de honor de su deuda si las lecciones del pasado se repiten, insistió Chambers en una conferencia de prensa. El director general recordó que, hasta ahora, ningún país cuya calificación máxima haya sido rebajada ha logrado recuperarla en menos de nueve años. Ya en un tono más amigable, el jefe de S&P precisó que, de todas maneras, no hay que pensar en términos de tragedia porque “cada país tiene sus propios tiempos, no estamos sugiriendo ningún plazo”.

Efe, Ansa y dpa

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