Mariana Bartozzetti y Gisela Aquino trabajaban hacía 7 y 6 años respectivamente en el Jumbo de Escalada, de Villa Lugano. Nunca llegaron tarde ni faltaron injustificadamente y tenían una excelente relación con sus compañeros y un muy buen concepto por parte del gerente del local. Pero en enero las despidieron, luego de que los delegados de local se incomodaran cuando las dos tomaron la iniciativa de pedir mejores herramientas de trabajo.

¿Cómo empezó la situación que derivó en su despido?
Mariana- La línea de cajas es un lugar sensible, porque nosotras somos la cara visible del local. Entonces, ante cualquier cosa que cause demora, el cliente se las agarra con la cajera. Nosotras veíamos que había condiciones laborales que dificultaban el trabajo, como sillas rotas, cintas transportadoras agujereadas, scanners flojos que se movían y no leían los códigos de barras y postnets viejos, que compraron hace 30 años, que ya no leían tarjetas magnéticas. Ya le habíamos pedido varias veces a los delegados que reclamaran por estas cosas, pero no nos daban bolilla o nos decían que ya lo habían pedido.

Gisela- Cuando yo pedí que me dieran una camisa más grande, porque la que tenía me quedaba ajustada, me dijeron que tenía que adelgazar para que me entrara.

Mariana- Entonces, cansadas de pedirle a los delegados del Sindicato de Empleados de Comercio por estos temas, dijimos de escribir una carta al Gerente de la sucursal, para pedirle una entrevista y comentarle todo esto y que estas cosas retrasaban a las cajeras. Le contamos a nuestras compañeras y muchas de las 60 que trabajamos en la sucursal la firmaron. Antes de hablar con el Gerente, le comentamos a la Jefa de Cajas y al Administrador de Turno, que es el inmediato inferior al Gerente. Los dos nos dijeron que todas esas cosas estaban pedidas, que esperemos. Entonces decidimos esperar. Esto fue en septiembre del año pasado. Ya habíamos pasado tanto tiempo así, que un poco más no hacía diferencia. Yo archivé la carta y fin del tema.

-¿Hasta que...?

Mariana- Hasta que los delegados se enteraron de esto y empezaron a difamarnos.
Gisela- Decían que esa carta se trataba de una campaña contra ellos, y que nosotras buscábamos un beneficio personal. Y que ya se había dispuesto el despido para las dos. Una compañera nos decía que los delegados les habían dicho una cosa; después otra nos contaba que les habían dicho otra cosa. Así, todos los días había un comentario distinto.

Ante ese clima insostenible, las dos deciden hablar con el Gerente para despejar las dudas y preguntar si eran ciertos los rumores de despidos.

Mariana- El Gerente nos dice que no, que esos eran rumores lanzados por los delegados. Inclusive, llamó al director de Recursos Humanos, que vino a la oficina y nos dijo que no iban a despedirnos. El Gerente nos dijo que sabía que había una carta por esos reclamos, que el pedido de sillas no era motivo suficiente para despedir a nadie, que tenía muy buen concepto de nosotras. Y que el reclamo iba a ser respondido. Un mes y medio más tarde vino el cambio de sillas, cintas transportadoras y postnets. Eso era todo lo que queríamos. Pero los delegados no se quedaron con eso y siguieron difamándonos. Le decían a nuestras compañeras que tenían que tener cuidado con nosotras, que estábamos en una lista y que cuando hubiera plata, nos iban a echar.

Gisela- Nosotras creíamos que si el Gerente nos había dicho que estaba todo bien, no nos iban a echar. Entonces, aunque los delegados no nos dirigían la palabra, nos despreocupamos. Si además, nunca habíamos tenido un llamado de atención ni nada.

Mariana- Si yo hasta hacía las obras de teatro del Día del Niño para los hijos de los empleados de la sucursal, todos los años.

¿Y después qué pasó?
Mariana- En enero nos fuimos de vacaciones. Cuando volví, el 22, tenía el telegrama en mi casa. Despido sin causa.

Gisela- A mi me lo enviaron el 19. Yo estaba con licencia psiquiátrica, porque todo esto me causó stress. Antes de volver, llamé a mi jefa para comentarle y que no cuente conmigo ese día. Mi Jefa me deriva a reloj control y de ahí me pasan a consultorio médico, para que me envíen un médico laboral. Cuando hablo, el doctor me pregunta qué es lo que dice el certificado y por cuánto días era y me pide que acerque el certificado antes del mediodía. Media hora más tarde me llaman y me dicen que no acerque el certificado, que me van a notificar para presentarme una junta médica. De todas formas, decido ir y presentar el certificado en persona. Ahí, el enfermero me dijo que tenía órdenes de no recibirme ningún certificado Me pidieron el domicilio a ver si era el mismo que ellos tenían registrado, y me dijo que espere en mi casa la citación de una junta médica. No quisieron recibirme el certificado porque ya estaba enviado el telegrama. Si me lo recibían, me estaban echando enferma. Entonces al no recibirlo, no se dan por enterados.

¿Ustedes qué que reclaman?

Mariana- Nosotras reclamamos la reincorporación a nuestro trabajo, al mismo puesto que teníamos antes que nos echen. Si no hubo llamados de atención ni nada que ocasionara el despido. Creemos que los delegados tuvieron mucho que ver con que nos despidieran. En la sucursal todos saben que, de alguna manera, ellos reciben un dinero por cada despido que se hace, por señalar gente para que se vaya. Es lo que dice todo el mundo, como un código de honor: todos lo sabemos pero no está escrito en ningún lado.

Gisela- Yo trabajé siempre en atención al público y nunca me habían despedido de ningún trabajo.

Las dos despedidas van a llevar su reclamo al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), por tratarse de un despido originado por un reclamo laboral y por la respuesta que tuvo Gisela cuando pidió a uno de los delegados una camisa más grande para trabajar. Mariana tiene 39 años y cuatro hijos. Gisela tiene 30 y es mamá de dos.

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